Las Maras Centroamericanas en la Frontera Sur de México: los retos para la seguridad y las políticas para combatirlas.
Resumen
Cuando se escucha la frase “Vida Loca” pudiéramos relacionarla con aquel estribo de una canción para enamorar del canta autor cubano, Francisco Céspedes, aquella que dice: …De esta vida loca, loca, loca, loca con su loca realidad que se ha vuelto loca, loca, loca por buscar otro lugar… Pero no, la canción no es lo primero con lo que suelo relacionarla, lo que sé de la vida loca es un alucín, un brincado, un calentón, una clica, un homy; sé que a la vida loca pertenece la MS13, a la Mara Salvatrucha. Las pandillas son agrupaciones de jóvenes marcados por una historia de exclusión, de pobreza, de marginalización, de violencia y discriminación, ellos encuentran en las clicas un slogan de familia. En la conocida década del terror y éxodo centroamericano, muchos emigraron a los Ángeles y crearon la mara salvatrucha, muchos de estos mareros fueron perseguidos y deportados a sus países de origen, es así como dio inicio un tránsito imparable que hizo proliferar las maras por la llamada ruta del migrante: Honduras, El Salvador, Guatemala, México y Estados Unidos. La tan popular y ya famosa mara centroamericana a diferencia de otras pandillas se caracteriza por su violencia indiscriminada, por los supuestos lazos que tiene con el crimen organizado, por los delitos graves que comenten como violaciones, secuestros y asesinatos. Además, se mantienen una lucha constante de poder entre las pandillas rivales que pelean por su liderazgo y por su zona territorial. En la MS13 cada integrante cuida de su vida, sin poder confiar en nadie, la mara es su vida, y la salida no autorizada se paga con la muerte.
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